Podría ser una película de ciencia ficción, pero en esto hay menos de ficción de lo que te imaginás. Las “muñecas inflables” de los sex shops en un momento no resultaron suficientes y algunos se pusieron a pensar que surgiría de cruzarlas con un robot.
Estas son algunas de ellas.
Roxxy

La empresa TrueCompanion queda en los papeles como la creadora de la primera robot sexual del mundo. El comprador puede elegir su color y corte de pelo (?), color de piel, de ojos, y hasta depilación.
Roxxy sabe tu nombre, que te gusta, puede conversar y expresarte su amor. Según las cálidas palabras de su sitio, es “anatómicamente consistente con una humana”, por lo que se puede hablar con ella o tener sexo. Y, si optás por esto último, tené en cuenta que podés incluso hacer que tenga un orgasmo.
Samantha

Samantha es una muñeca sexual dotada de inteligencia artificial: lo que sus creadores denominan como un “genoma”, el cual controla su personalidad, intuición y reacciones.
Está previsto seguir desarrollando este genoma para conseguir que la robot posea desde un sentido de la moral hasta un sistema nervioso que simule el de los humanos.

Su estructura le permite también contar chistes, decir frases motivacionales, ponerse romántica y dormir, entre otras actividades.
Sí, claro, tiene además tres modos de sexo a elección del usuario.
Según explican, a medida que su ¿dueño? ¿usuario? ¿comprador? ¿compañero? interactúa, se sincroniza con él para alcanzar el orgasmo juntos porque Samantha -sí- se excita cuando se la toca.

Recientemente esta sexbot fue presentada en el Arts Electronica Festival de Linz, donde uno de sus desarrolladores denunció que decenas de hombres la habían abusado y maltratado tanto durante su exhibición que había quedado inutilizable. La organización del evento rechazó las acusaciones pero, ¿nos costaría creerlo?
Harmony

Harmony es una RealDoll 3.0, o así ha decidido bautizarla la compañía que la sacó al mercado, que le dio forma y hasta la capacidad de hablar. Abyss Creations hace maniquíes sexuales realistas que, ahora, incorporan una inteligencia artificial básica y opciones para crearles una “personalidad”.

Los objetivos de la empresa — que se maneja sin pudor con un lenguaje muy misógino (del tipo “los sexbots están programados para no estar lloriqueando sobre la brecha salarial”)- serían proveer relaciones satisfactorias a pobres hombres dañados por las mujeres de carne y hueso. Suponen que estas robots los inspirarán como si fueran musas para “pintarlas o tomarles fotos”.
Mientras tanto, y muy acorde a su -como mínimo, cuestionable- filosofía, las han provisto de un rango de emociones que va de “celosa” a “generosa” y esperan que sus figuras sean lo más humanas posibles, sólo que sin que se puedan quejar.
Veamos qué tal resulta eso.

Quizás no sean ciencia ficción pero la aparición de estas muñecas sexuales 3.0 al menos podría estar haciendo algo parecido a lo que hace la buena sci-fi: obligarnos a pensar sobre el mundo y sobre los que lo habitamos.
Fuentes: Inverse, Synthea Amatus, The Mirror, True Companion.
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