Estuviste horas tratando de resolver un problema de trabajo hasta que te resignaste y lo dejaste de lado. Y, en el momento en que paraste para tomar un café y mirar por la ventana, “apareció” la solución como si siempre la hubieras tenido ahí enfrente. ¿Te suena?
Me hierve la cabeza
No es casualidad: en una época en la que se rinde culto al multi tasking (hacer varias actividades a la vez) el neurocientífico estadounidense Andrew Smart plantea que no hacer nada –real y verdaderamente nada– conduce a un mejor funcionamiento cerebral.
En su libro, “El arte y la ciencia de no hacer nada” (Capital Intelectual), Smart explica:
“Cuando el cerebro recibe un bombardeo de estímulos como mensajes de correo electrónico, llamadas de teléfono, actualizaciones de Facebook, etc., no le queda tiempo disponible para establecer nuevas conexiones entre cuestiones aparentemente inconexas”.
Al contrario, cuando nos tomamos un descanso y nos dedicamos a no hacer nada por un rato, se activa la red neuronal por defecto (RND), un entramado de células nerviosas vinculado con el ingenio y la inventiva.
Presionar al cerebro a hacer mucho en simultáneo no sería la mejor manera de llegar a resolver cuestiones que tienen que ver con la creatividad y las soluciones. Y que eso pasa cuando la mente está descansando, en tus momentos de ocio.
Mentes culposas
El principal obstáculo con el que nos encontramos a la hora de tomarnos cinco minutos es cultural: la gente asocia no hacer nada con la vagancia, se siente culpable por no estar usando “productivamente” su tiempo y lo llena de actividades que bloquean el cerebro.
El investigador llega al punto de decir que la falta de tiempo libre es poco saludable: más aún, vivir trabajando y para trabajar, sin darle este momento de reposo al cerebro, hace que perdamos la capacidad de conectar experiencias pasadas y de proyectar hacia el futuro.
Fuentes: “El arte y la ciencia de no hacer nada”, Perfil, El Mundo.
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