Viernes 17.30 – La oficina
Estás terminando una de las semanas más complicadas que tuviste de laburo: metiste la pata con un cliente el martes y, cuando se dio cuenta, tu jefe pegó un grito que escuchó hasta el cadete que estaba entregando correspondencia en la otra punta de la ciudad. Los días siguientes fueron turbulentos y por el stress casi no pudiste dormir, pero por suerte ya llegó el viernes y en el grupo de WhatsApp de tus amigos se armó un after office en un bar que está a dos cuadras.
Estás muy cansado y sólo querés llegar a tu casa para ver una serie que tardó cinco días en bajar. El grupo de WhatsApp no deja de sonar, vos:
Ponés como excusa que te sentís con mucho dolor de cabeza y te bajás del after office → Te proponés cambiar el clima de tu semana con una buena salida →¡No podés participar de este juego! Pero no te desalientes: hay muchísimos contenidos en El Meme para leer y divertirte hasta que cumplas años.
Invita a un mayor y empezá de nuevo →- Lo siento chicos, estoy fundido, lo dejamos para la próxima
No terminaste de escribir el mensaje y ya te llenaron el teléfono de emojis de caca y de insultos peores que los que recibieron los Lannister a lo largo de “Game of Thrones”. Vos te mantenés firme en tu decisión, pero sabés que si no te sumás esta noche, las consecuencias pueden ser muy duras. Lo volvés a pensar y:
Pedís disculpas una vez más y silenciás el grupo de WhatsApp → Sabés que la venganza puede ser muy dura y decidís sumarte con los chicos al after office →Ya no sos un adolescente desesperado por salir, tenés que controlar esos impulsos. Tu semana vino muy jodida y no es cuestión de tapar los problemas con ruidos y distracción. Te sentís muy maduro con todos estos pensamientos… quién te dice, quizá este haya sido el golpe que necesitabas para volverte un adulto por completo.
El reloj marca las 19, cerrás la sesión de tu compu y juntás tus cosas. Esperás a bajar por el ascensor con la rubia de finanzas –uno nunca sabe, siempre te sonríe y te comenta las zapatillas que tenés puestas- y salís a la calle. Das dos pasos y te cruzás con tus amigos, quienes literalmente te agarran del cuello y te arrastran entre gritos y empujones hasta el bar de la otra cuadra. La rubia se ríe de la escena y se va para el otro lado, mientras vos pensás en lo lejos que quedó tu plan de un finde tranquilo viendo series.
Continuar →Viernes 19.15 – Bar
Estás en la barra, la música que suena es la que te gusta y de golpe te das cuenta que el cansancio no es más que un estado mental. El barman te acerca una carta y la empezás a analizar. Siempre te gustó leer las cartas de los lugares, probar tragos nuevos o inspirarte para pedirle nuevos. Tus amigos suelen ir a lo seguro, pero vos preferís que cada trago sea un momento nuevo.
Entre lo que ves, te tientan dos opciones, un Cynar Julep (Cynar, pomelo, azúcar, menta y soda) o un Cynar Tonic (Cynar, pomelo, tónica y almíbar). Lo pensás y te pedís:
Cynar Julep → Cynar Tonic →¡Gran elección! El olor a menta te transporta de inmediato a otro lugar, lejos de los bardos de la oficina. Tus amigos están tratando de filmar un Vine con un extranjero que intenta hablar en español con acento argentino y vos te colgás pensando en ese trago, en la gente que cosechó la caña de azúcar que luego terminó en el vaso, en la menta que hasta hace un rato estaba en una maceta y en el Cynar… cientos, miles de alcauciles que día a día se transforman en ese néctar, esos alcauciles que son como rosas verdes, que todos saben que tienen corazón y que regalan su sabor sin pedir nada a cambio. Tu cabeza afiebrada comenzó a delirar pensando en lo rico que estaba el julep y en lo noble que es el Cynar… te imaginaste cientos de alcaucilitos danzando felices, recordaste que en muchos lados le dicen alcachofas, que alcachofa es una palabra hermosa, que suena como algo inventado y… quizá por el cansancio, quizá por el rapto de felicidad que te agarró con ese trago, empezás a cantar con una melodía que inventaste: “Alcachofita, soy una alcachofita” mientras girabas el dedo índice por el borde azucarado de tu julep. Y, por esos misterios que tiene el universo, justo en ese momento la música se detuvo y todos escucharon tu canción, que hizo explotar de risa a tus amigos, quienes sin querer filmaron la escena.
Te ves en ese ridículo y…:
Te reís con ellos algo colorado → Te morís de vergüenza, dejás plata en la barra y te vas a tu casa →Qué bueno que está el Cynar Tonic… mientras lo vas tomando despacio, y escuchás de fondo que tus amigos se están intentando levantar unas chicas haciendo selfies, tenés una revelación: son los pequeños giros los que producen grandes cambios. ¿Qué tiene este trago que te gusta tanto? ¿El color? ¿El aroma? Pensás en cómo el hombre viene sacando provecho desde hace milenios de las bondades de la naturaleza… nunca fuiste exactamente hippie pero te asaltó la idea de que el Sol desde allá arriba mandó rayos, que bañaron todo lo que encontraron y que en algún momento se cruzaron con unas hojitas verdes que se asomaban de la tierra y que empezaron a crecer, crecer y crecer. Que esa luz del sol con un poco de agua hizo que sacaran unos pequeños botoncitos que con los días se convertirían en alcauciles… alcauciles que tienen capas y capas, como una rosa, y que adentro guardan algo que llaman corazón. Miles de alcauciles que a lo largo de la historia compartieron momentos con el hombre. Ya sea por el cansancio o porque en el bar sonaba una canción hermosa, empezaste a delirar con lo que sucedía con esos alcauciles, que en muchos lados le dicen alcachofas… alcachofa, alcachofa, alcachofa… si decís mucho alcachofa la palabra parece que pierde sentido. Y así empezás a cantar con una melodía que inventaste: “Alcachofita, soy una alcachofita”. Por esos misterios que tiene el universo, justo en ese momento la música se detuvo y todos escucharon tu canción, que hizo explotar de risa a tus amigos, quienes sin querer filmaron la escena.
Frente a esto:
Te reís con ellos algo colorado → Te morís de vergüenza, dejás plata en la barra y te vas a tu casa →¿Quién no hizo una tontería alguna vez? Después de todo, estás con amigos, las situaciones siempre se vuelven una anécdota cuando estás con ellos y no hay nada de qué avergonzarse. Te reís con ganas de tu ocurrencia y le quitás importancia al asunto. La noche es joven y esta semana nefasta que tantos problemas te dio comienza a disiparse. Terminás tu trago y como ves que el bar comienza a llenarse de gente, les ofrecés a tus amigos ir a tu casa a rematar la velada con unos partidos en la Play.
Sin posibilidades de levante, todos aceptan gustosos el invite pero Julián, tu mejor amigo, comete un error: lo comenta en Twitter. Cuando caen en taxi a tu casa, ya son tres los que te están esperando para el torneíto. Lo que era un inicio de fin de semana tranquilo comienza a agitarse demasiado. El revuelo es grande y al tercer gol que mete la Selección Alemana en el FIFA comienzan los golpes en la pared del vecino. Vos tratás de calmar a tus amigos pero es difícil lograr que te escuchen. Tu departamento es chico y ves gente en todos lados: abriendo viejos potes de helado del freezer, revisando la lista de temas de tu compu, jodiendo con las cremas que tenés en el baño…
Sobrepasado por la situación, decidís:
Echarlos a todos y tirarte a dormir en silencio → Jugarla de relajado y hacer como si no te importara →“A veces uno tiene que sacarse para cuidarse”, te repetís a vos mismo aún avergonzado del espectáculo que diste enfrente de conocidos y desconocidos en el bar. Y, aunque hace frío, levantás la vista y la luna es como un emoji gigante y plateado, que te invita a caminar en vez de tomarte el bondi. Te calzás los auriculares, buscás una buena playlist y recorrés las 40 cuadras que te separan de tu casa caminando tranquilo, tratando de dejar atrás una semana muy compleja y en la que no la pasaste bien.
Con la serie que querías ver en la cabeza y con ganas de gastar unos mangos en pedir un buen sushi por teléfono, doblás la esquina de tu casa y ves en la puerta de tu edificio a tus amigos esperándote. Un clásico: se sintieron mal por llamarte alcachofita y ahora vienen a limar asperezas. Chequeás el teléfono y tenés muchos mensajes de ellos pidiéndote que no seas un amargo y preguntando dónde estás. Te quedás detrás de un contenedor de basura viendo qué pasa y alcanzás a ver a Sol, la vecina del tercero, salir apurada y explicarles que no te vio en todo el día.
Te cansaste de tus amigos, preferís enviarles un WhatsApp y decirles que te fuiste a lo de tu vieja a cenar para que no molesten e interceptás a tu vecina → Te rendís a la realidad y te comés el orgullo herido del papelón del bar. Caminás hasta la puerta del edificio y subís con tus amigos a tu departamento →Momentos desesperados requieren medidas desesperadas: mientras cuatro de tus amigos se trenzan en una disputa por un gol mal cobrado en la Play (“¿Cómo pueden creer que el árbitro de la consola se equivoque?”, te preguntás) y los otros cuatro te intentan desvalijar la cocina y probarse tus botines sin estrenar para “ver si aprietan”; lográs ubicarte detrás de la puerta, correr un cuadro y accionar la palanca mágica: la llave que corta la electricidad.
El apagón sorprende a todos y deja caer por un instante una gota de silencio en tu departamento. Aprovechás la ocasión para actuar preocupación e indignación. “¡No te la puedo creer! ¡Si se quemó la Play o la heladera me mato! ¿Qué hago?”. Las luces de las pantallas de todos los celulares se encienden, hay gestos de preocupación y vos aprovechás para dar por cerrada la noche. “Si saltaron los tapones yo prefiero esperar a que mañana el electricista me diga qué hacer”, explicás.
Con desdén, tus amigos empiezan a salir del departamento mientras hacen caso omiso a tus ruegos para que bajen la voz. “Callate, alcachofita”, te dicen entre risas. Son muchos para ir en un solo viaje de ascensor pero es tarde y ya estás nervioso. Vos:
Esperás a que bajen todos y te tomás el último ascensor → Mientras algunos esperan en el pasillo, bajás por escalera →¿Qué es lo peor que puede pasar? ¿Un cartel en el ascensor? ¿Qué un vecino te haga un planteo mañana cuando sacás la basura? Cosas aún más terribles te pasaron esta semana. Decidís relajar y abandonarte a tu suerte mientras tus amigos toman control de tu casa y de vez en cuanto se sienten golpes de alguien molesto con el barullo. Te sentás en un rincón mientras tu casa se vuelve un caos y te refugiás en el teléfono, refrescando una y otra vez el feed de Twitter. Nada interesante en esa red social, todos tweets patrocinados de políticos y las actualizaciones pedorras de las cuentas de los que seguís y viven en Europa.
Un par de golpes secos te sacan de ese momento de abstracción: es claro que el que estaba golpeando las paredes por los ruidos ahora estaba en la puerta de tu casa. Por la violencia de los puñetazos dados el susodicho no parecía estar de mejor humor. Con cara de pánico, recorrés los pocos metros de tu casa desenchufando aparatos y apagando parlantes. “¡Alcachofita te pusiste la gorra!”, te gritan tus amigos. Pero el ruido de los golpes y tu semblante asustado los convence de que no estás jodiendo. En menos de un minuto todo es silencio y caras nerviosas aguantando la risa.
Deciden esperar un poco para no toparse con el vecino malhumorado → Bajan de una, para evitar que la situación pase a mayores →-¡Hey, Sol! No te asustes…, le decís a tu vecina mientras aparecés de golpe
-Ay, boludo, ¡qué cagazo! Tus amigos te están buscando, están en la puerta del edificio
-Sí, ya sé, pero no te preocupes, ya fue. Me estoy escapando de ellos porque están re densos
-Decían algo de “alcachofita”, ¿te dicen así ellos?
-Naaaah, son tonterías, olvidate, ¿a dónde ibas vos?
- A la casa de una amiga que se acaba de separar, ¡el novio la dejó de un día para el otro! Un horror, posta, quiero acompañarla antes que cometa una locura
-¡Epa! ¿Tan mal está?
-¡Ya metió un video de La Oreja de Van Gogh en su muro de Facebook!
-Uff… es re grave entonces, estamos hablando de un caso muy severo.
Los dos estallan de risa y ahí te das cuenta de que nunca habías visto reír a Sol a carcajadas. Decidido a cambiar tu suerte a como dé lugar, juntás fuerzas y te ofrecés a acompañarla. Ella duda por un instante –que a vos te parece una eternidad y en el que te arrepentís de haber hablado- y acepta con una sonrisa.
El resto de tu noche transcurre en la casa de la recién separada, entre escenas de despecho (bloquear al ex en Twitter, mandarle audios de Whatspp con gritos de “morite” e instalar Tinder) y de franco llanto. A las ocho de la mañana del sábado el sol ya pega mucho y deciden con Sol que es momento de irse.
Vuelven caminando y paran a tomar un café que los anime un poco. Fue una noche inesperada pero increíble y te da miedo arruinarla con un beso o alguna sugerencia más caliente.
Te tirás en tu cama a las diez de la mañana y te despertás como un zombie el sábado a las seis de la tarde. Querés usar el teléfono pero está muerto. Ahí te das cuenta que te olvidaste el cargador en lo de la amiga del Sol. Te parece un buen momento para desconectar y pasás el resto del sábado y domingo viendo series y bajando al chino de la vuelta de tu casa para comprar fiambre.
Continuar →El operativo “escape” es un éxito: todos logran salir del edificio sin cruzarse con nadie y sin recibir ningún insulto. Pero ni bien pisan la calle ya es tarde, el revuelo fue tal que llegó la Policía. Algún vecino (tu sospecha: el pelado del 5to C, que nunca te bancó) se puso la gorra y llamó a la comisaría del barrio, que mandó a dos oficiales con más ganas de estar dando vueltas en el patrullero que aleccionando a un grupo de joda. Te resignás a que te reten –y cerrar con broche de oro una semana negra- cuando todos tus amigos salen corriendo en estampida a las carcajadas.
Solo frente a los dos oficiales, que se sienten burlados por la situación, sos reprendido mientras mirás avergonzado el piso y mentalmente maldecís a los chicos. Tras veinte minutos de reto, subís a tu departamento, que parece un campo de batalla, y te tirás vestido en la cama. Abrís los ojos el sábado al mediodía, buscás durante 20 minutos el cargador del celular y llegás a la conclusión de que alguno de tus amigos se lo llevó anoche.
Decidís mandar todo al demonio, te pegás una ducha y hacés binge-watching: te clavás dos temporadas de Homeland casi al hilo, desconectado del teléfono y mirando cada tanto la casilla de mail.
Continuar →Mientras caminás por la escalera –prendiendo la luz que se apaga a los pocos metros de presionado el botón- te encontrás con Sol, la vecina del tercero. Ella siempre te gustó y alguna vez pensaste que la atracción podía llegar a ser mutua.
-¿No anda el ascensor?
-No, no, es que tardaba mucho y preferí bajar solo
-¡Aaaah! Me agarrás tirando la basura, estoy hecha un desastre
-¡Nada que ver! Estás divina
Te arrepentís en el instante de lo que le dijiste pero ella se sonrió y tal vez no haya sido tan grave. Así que retomás fuerzas:
-¿Salís a bailar o a un bar hoy?
-No, para nada. Voy a visitar a una amiga en un ratito.
-Ah, ok. Sigo bajando, ¡chau!
Apurás la marcha porque ya escuchás los gritos y risotadas de tus amigos en el hall del edificio. Bajás y les abrís, pero quieren seguir de ronda y vos estás cansado. Les cerrás rápido la puerta y te metés en el ascensor, mientras escuchás que Sol está saliendo y se los cruza. Mientras subís a tu departamento, pensás en que quizá no sea tarde para que cambie tu suerte y decidís salir por la puerta de atrás para intentar cruzártela.
Continuar →Aunque ya hace bastante tiempo que dejaron el secundario, sin dudas cada vez que te juntás con tus amigos algo especial flota en el aire que los hace comportarse como adolescentes. La escena de tu departamento casi a oscuras con todos hablando en voz baja para que el vecino que se la pasó golpeando se calme, es lo más cercano que estuviste en años a regresar al colegio.
Luego de tensos diez minutos, estallan a carcajadas y deciden dar por terminada la velada. De a poco, van bajando a la calle tratando de hacer la menor cantidad de ruido.
Continuar →Luego de un fin de semana “unplugged” a la fuerza, al despertar el lunes recordás que en el estuche de la cámara de fotos tenés un cable microUSB y que tu televisor tiene un puerto en la parte trasera. Lo enchufás y en pocos minutos el smartphone vuelve a la vida.
Cuando finalmente prendés tu teléfono, no para de vibrar y hacer luces. Las notificaciones van cayendo a la velocidad de la luz. No entendés nada, ¿habrá pasado algo grave? ¡Tenés más de 200 mentions de Twitter cuando en realidad apenas te siguen 130 personas! ¡43 conversaciones en Whatspp! ¡Los mensajes de Facebook explotan! ¿Qué sucedió?
Vas al grupo de WhatsApp con tus amigos, ves decenas de “JAJAJAJA” y subís hasta darle play a un audio… y te escuchás a vos mismo diciendo “Alcachofita, soy una alcachofita”. Recordás lo del viernes en el bar y te sonreís. Pero el audio siguiente es tu voz nada más que remixada con música electrónica. Abrís Facebook, ves tu foto en el bar con la frase “Alcachofita, soy una alcachofita” escrita encima, en Twitter un mensaje que te menciona con el remix tiene más 1200 RT… ¡te convertiste en un meme!
¿Qué hacés?
Llamás a tu mejor amigo y le pedís explicaciones → Prendés la compu y empezás a tratar de entender qué pasa →-¿QUÉ ONDA, LOCO? ¿QUÉ HICIERON?
No podés ocultar tu enojo cuando lo llamás a Julián. Medio dormido te responde sin entender nada.
-¡Hey, amigo! ¿Dónde te habías metido? ¿Estabas de levante o te enojaste? Te buscamos todo el fin de semana…
-Estoy re caliente y no entiendo nada, ¿qué es eso que pasaron por WhatsApp? ¡Tengo a gente que no conozco hablándome en Twitter!
-¡Ja! Es re loco lo que pasó: cuando nos fuimos de tu casa, Damián subió el video que filmó con el teléfono el viernes en el bar, ¿te acordás que te pusiste a cantar “Alcachofita, soy una alcachofita”? Bueno, lo puso en YouTube y explotó
-¿Cómo que explotó?
-Sí, rarísimo. Sospechamos que lo vio Alejandro, el primo que es productor de radio, lo puso en su Twitter y empezó a propagarse, ¿sabés que estás en El Meme?
-¿Qué?
-¡Sí, estás en El Meme, en foros, de todo! ¡Sos famoso! Ahora tenés que hacer como el Tano Pasman y pegar una publicidad y nos llevás a todos al próximo Mundial.
-¿Vos estás demente? ¿No te das cuenta que todos se están riendo de mí ahora? ¡Me quiero matar! No, perdón, me corrijo, LOS quiero matar, decile a Damián, al hermano y a la mar en coche que borren esos videos ya.
-¡Pará! ¡Bajá un cambio! Nadie se ríe de vos, se ríen de la situación, digamos. Además no tiene mucho sentido enojarse, ¿ya te escribió alguien de la oficina?
Te quedaste helado: después de una semana trágica como la anterior, tu plan era mantener el perfil bajo hasta que tu jefe se haya olvidado de todo… ¿habrá visto tu meme? Ya se estaba haciendo hora de salir para el laburo, ¿qué hacés?
Dar parte de enfermo y no ir a trabajar → Confiar en que nadie vio nada y evitar hacer comentarios →¿Qué es lo que está pasando? Dejás el teléfono y agarrás la computadora, ves que te explota la casilla de mail pero preferís ir directo a la fuente. Entraás a El Meme y lo primero que ves cuando te metés es una imagen tuya en la portada. “‘Alcachofita’, el nuevo video viral argentino” dice el título. Te metés y es un video de YouTube que debió haber subido alguno de tus amigos, otro que dice “Alcachofita remix” y una serie de gifs en las que muestran montajes de Beyoncé, Ricardo Fort y otros bailando la canción en el bar.
Te querés matar. Literalmente querés meterle CRTL + ALT + DEL al lunes y empezar de nuevo. ¿Cómo fue que pasó? Clickeás el link de YouTube y ves que el video original –que lleva 800 mil reproducciones- está en el canal de Damián, junto con videos pedorros de su equipo de fútbol 5 y de cuando fueron a un karaoke. ¿Por qué tiene que mostrar Damián esas cosas a todo el mundo? ¿Pide permiso acaso? Lo querés estrangular, qué tarado que es.
Las notificaciones de Twitter son más de 200: subiste de 130 followers a 2500 y siguen sumándose. Hay muchos tweets que sólo dicen “Alcachofita está en Twitter” y te mencionan. En Facebook las cosas no están mejores, con solicitudes de amistad de gente que jamás en la vida viste, compañeros de la escuela primaria y amigas de tu hermana.
Mejor, ver los correos. Tenés 54 mails sin abrir, casi todos con la palabra “alcachofita” en el subject. Te parece una verdadera pesadilla hasta que fijás la vista en un mail: el gerente de finanzas. “Miralo al pibe, toda una estrella!!!! Te felicito, campeón”, escribió. Esto es peor que una pesadilla, es pánico real, ¡la gente de tu laburo se enteró!
No te sentís listo para tanta exposición, preferís faltar al trabajo con alguna excusa → Elegís bancarte un par de chistes y alguna mala cara pero ir como si nada a la oficina y confiar en que mañana lo olvidarán →“Estimada Florencia: Te escribo este correo porque me encuentro con una fiebre muy alta y una fuerte descompostura estomacal que me impide presentarme a trabajar hoy. Estoy seguro que esta jornada de reposo me servirá para recuperarme y regresar mañana a mi puesto. Saludos cordiales”
Apretás “send” y confiás en que la gerente de recursos humanos te va a dar una mano en esto. Si bien no fuiste el mejor empleado la semana pasada, no faltaste en todo el año y hoy no es un día en que particularmente te necesiten.
Te tirás en la cama con la notebook, te hacés un café con agua calentada en el microondas y empezás a mirar los 50 mails que te llegaron. De fondo, el noticiero de la mañana tira la temperatura y los problemas de tránsito.
Es insólito: todo el mundo vio el endemoniado video, todos te llaman “alcachofita”. Tu smartphone no para de vibrar y hacer luces con nuevos mensajes de WhatsApp y notificaciones de Twitter. Te llega un e-mail de Florencia, que en los almuerzos y after office puede ser muy guarra pero de golpe se puso la gorra.
“Gracias por la notificación. Le solicito me confirme si la dirección que aparece debajo de este mensaje sigue siendo su domicilio, ya que le estaremos enviando un médico para que constate su estado, lo diagnostique y autorice la licencia necesaria. Saludos”
Te corre un sudor frío por la espalda, ¡qué guacha! ¡Me mató! Volvés a leer la excusa que diste: ¡fiebre alta y descompostura estomacal! ¡Imposible de caretear!
Le escribís de inmediato diciéndole que te recuperaste con un par de antibióticos y que estás en camino a la oficina → Te la bancás y empezás a googlear cómo podés fingir fiebre y malestar mientras esperás al médico, quizá es piola y te entienda →Como estás saliendo re tarde para la oficina te tomás un taxi. Te toca un conductor cascarrabias y malhumorado que huele como si tuviese una plantación de tabaco en el baúl. Vas leyendo correos en el teléfono mientras te caen menciones de tweets y pedidos de amistad de Facebook de la nada.
El tipo tiene puesta la AM a un volumen enloquecedor y de golpe la locutora le cuenta al conductor: “Y además de las fotos de Wanda, la noticia en redes sociales del día es Alcachofita, la sensación de Internet. Te quedás helado, ¿esto es el Truman Show? Con voz melosa la mina cuenta que es un video viral, que están todos hablando de eso, que está publicado en los principales portales y que ya hay una fanpage en Facebook. Mientras sentís que el asiento del auto te va comiendo hasta dejarte chiquito. El taxista escupe:
-Con todo lo que pasa en este bendito país… cualquier boludo ahora es famoso.
Asentís, pagás y subís a tu oficina →No será necesario que envíes el médico. Al parecer finalmente un medicamento que tomé en la madrugada está haciendo efecto y me siento mucho mejor. Te agradezco la preocupación, te veo en un rato en la oficina.
Mandás el correo y empezás a cambiarte entre gruñidos y enojos. El celular no deja de vibrar y encender luces pero vos no le das pelota. Mientras te abrochás los botones de la camisa y chequeás en el espejo que te hayas afeitado bien, empezás a escuchar tu voz cantando la canción de la alcachofita. No es que estés enloqueciendo: efectivamente suena ese tema. Está en el noticiero, en donde uno de los columnistas lo presenta con el título de “El nuevo fenómeno viral de Internet”. Ves claramente tu cara y tu canción mientras te comparan con la pareja de Hebraica Pilar y con el Tano Pasman. Sentís genuinas ganas de matar a Damián.
Apagás la tele y bajás por el ascensor. Cuando se abre la puerta, está Sol, la vecina que te gusta, charlando con el portero. Te ven y automáticamente se callan. Es obvio que estaban hablando de vos.
No estás preparado aún para que alguien te hable cara a cara del suceso, mucho menos Sol. Ponés cara de preocupado y salís raudo saludando con un “buenos días” rápido → No tenés tantas oportunidades de charlar con Sol y cualquier excusa, incluso este escándalo, es buena excusa. Enfilás hacia ellos con cara sonriente →Al parecer Internet no es tan completa como nos hace creer Wikipedia. Por más que buscás y buscás, no existen formas creíbles de fingir una fiebre y menos una descompostura estomacal. Hay varias páginas que te explican cómo hacerse pasar por enfermo de otras patologías laborales, pero no éstas. Tendrías que haberte fijado antes de mandar ese correo.
Las opciones que manejás son comer algo podrido y descomponerte en serio o sobornar al médico que te toque. El problema es que no sacaste plata del cajero y debería ser una coima por débito... aún más difícil.
En un rapto de lucidez recordás que Sol, la vecina que te gusta, está estudiando medicina. No se trata de la mejor manera de arrancar un levante, pero quizá ella puede ayudarte con esto. Aunque proponerle que te ayude a cometer un fraude puede darle una mala impresión tuya y alejarla para siempre.
Estás desesperado y no querés que te echen del trabajo: le escribís a Sol por WhatsApp → ¿En qué momento te convertiste en un cobarde que no enfrenta sus problemas? Vas a trabajar pase lo que pase →¿Así se sentirán todos los que se vuelven conocidos por algo de Internet? ¿Alguien realmente disfruta tener la atención de conocidos y desconocidos por una tontería? Una vez leíste que el matrimonio de Hebraica Pilar se había separado luego de la trascendencia de su video de bodas… es esa clase de información que no interesa mucho si es cierta o no, pero que te queda residual en la cabeza. ¡Si al menos tuvieras a alguien de quien separarte! Lo más cercano es Sol, pero no entendés si sólo es una vecina a la que le caés simpático porque sos el único joven del edificio o si genuinamente se interesa por vos.
Las horas pasan mientras tu teléfono sigue sonando y tus compañeros no dejan de gritarte cada actualización de la fanpage que te armaron. “¡Ya sumaste 5 mil likes!” “¡Se hicieron fan todos los del piso de contaduría!” “¡Alguien les contó a los de la filial de Chile y no lo pueden creer!”. Casi casi te empieza a causar gracia la situación.
Llega la hora del almuerzo y decidís…
Salir al restó de la esquina, si te quedás un rato más escuchando cómo crecen las burlas en Internet esto puede terminar en tragedia → Quizá quedarte en tu escritorio frente a la computadora sea la mejor terapia frente a esta situación… además, siempre es bueno que tu jefe vea que estás comprometido con lo tuyo y no en la Luna →-¡Hola! Soy Daniela, productora de ‘Canes del asfalto’, el programa de radio más escuchado del país, me pasó tu contacto Alejandro, el primo de Damián. Estamos enloquecidos con tu video, ¡queremos tenerte en el piso! Por favor decime que sí…
-Errhm… ¿qué? No te entiendo
-Es fácil, somos fans tuyos y queremos ser los primeros en tener tu palabra, ¿vos sabés que están pasando audios tuyos de WhatsApp por todos lados?
-Ufff, no, no, gracias, no quiero saber nada con eso…
-Dale, porfa, la vas a pasar bien, ¡te va a escuchar todo el mundo!
-Es que no quiero que me escuche todo el mundo, no me llamen más
-¡Si no venís me echan! Te juro, me echan, soy pasante y mi jefe me dio esta tarea o me echaba. No te miento, te lo pido por favor, mi trabajo depende de esto…
-Hey, Sol, ¿cómo va?
-Hola!!!!!!!!!! Ahora que sos famoso pensé que no me ibas a hablar más!!! ;)
-Ni me hables, estoy re caliente
-Por qué, qué pasó???
-Mis amigos son lo peor, me dejaron en ridículo enfrente de todos
-NADA QUE VER, sos una estrella, man, disfrutalo!!!! : )
-Soy un estrellado, querrás decir
-jajajaj
-Che, te WhatsAppeo porque necesito una mano
-Dale, contame, hoy hago home office
-Me hice pasar por enfermo en la oficina porque no quiero bancarme a nadie burlándose de mí pero me están por mandar un médico y no sé qué hacer, ¿vos no eras médica?
-JAJAJAJAJA me muero JAJAJAJ
-¿Qué pasa?
-Estudio Relaciones del Trabajo, nada que ver con medicina
-Uh, metí la pata
-Se ve que no me conocés…
Quizá debas guardar este chat para que se exhiba en el futuro en museos y libros escolares como la prueba de que se puede tener a una mina interesada y perderla en un segundo. ¡Siempre pensaste que era médica! ¿Cómo la remás ahora? ¿Vale la pena?
Ya fue, le pedís disculpas y te las arreglás solo → ¡Vos podés! A sacar los remos y pelear →“¡Ahí llega el vecino más famoso!”, te tira Sol
Te sonrojás y explicás la situación: todo se te fue de las manos y no hay mucho que puedas hacer. El portero no parece entender mucho pero sí recuerda que en el noticiero de hoy a la mañana hablaban de un tal “Alcachofita” y él creyó que era el personaje de la novela turca. Se ríen los tres a carcajadas.
Te das cuenta que podrías pasar toda la mañana con ella pero en la oficina te van a matar. Te disculpás y les prometés que si te volvés millonario con el video viral los sacás a comer.
Agarrás el primer taxi que pasa por la calle y le pedís que te lleve lo más rápido que pueda a la oficina →Esquivando a todas las caras conocidas con las que te cruzás, ingresás al edificio de tu trabajo, pasás tu tarjeta en el molinete y te metés en el ascensor. Se abre la puerta, te ven un par de compañeros y te reciben en la oficina con un aplauso. “¡Al-ca-cho-fi-ta! ¡Al-ca-cho-fi-ta! ¡Al-ca-cho-fi-ta!”. Muerto de vergüenza, no sacás la vista del piso y levantás una mano, como agradeciendo vaya a uno a saber qué y enfilás directo a tu box. Ahí te das cuenta que fue “intervenido” con decenas de impresiones de capturas de pantalla del video, memes pixelados que bajaron de alguna web y letras gigantes que forman A L C A C H O F I T A.
Iniciás sesión en tu equipo y empezás a recibir más y más correos con burlas y felicitaciones en tu casilla del laburo. Mientras pensás si falta mucho para que esto se termine, te empieza a sonar el teléfono desde un “número desconocido” pero en estas circunstancias decidís no atender. Sin embargo, suena tantas veces que empezás a creer que puede ser algo grave…
Dejás que suene, si es realmente importante llamarán de un teléfono conocido. Seguís intentando trabajar → ¿Y si le pasó algo a tu vieja o a tus hermanas? Contestás →-¿Vos estás loco, man? ¿Cómo podés pretender que te escuche? ¡Vos tendrías que estar pidiéndome disculpas! Se están burlando de mí mis amigos, mi familia, desconocidos… ¡Hablaron del video en la radio!
-Pero no te lo tomes así, pensá que…
-¿Que no me lo tome cómo? ¿CÓMO? ¡Explicame!
-¡Loco, pasaste de Alcachofita a Tano Passman! ¡Serenate!
La cabeza te late de bronca y la vista se te empieza a nublar, ¿esto que sentís será un ACV o pura bronca? Por lo pronto detectás que son varios los que te miran alarmados desde sus mesas porque subiste la voz y, sinceramente, tu semana arrancó complicada como para sumarle una muerte súbita o un enfrentamiento a piñas a metros de la oficina y filmado con quinientos celulares.
Cerrás los ojos, te serenás pensando en un paisaje tranquilo como el del wallpaper de Windows que trajo por default la compu del laburo y le pedís a Alejandro que se retire. “No quiero saber NADA con vos”, le decís mirándolo a los ojos.
Comprendiendo perfectamente el mensaje, el pibe se levanta y se va. Vos terminás de comer el puré que era la guarnición de la milanesa que almorzaste y le pedís a la moza que cambie el café que viene con el menú por un té. “Te lo hago de tilo”, te responde.
Más relajado, volvés a la oficina →-Mirá, si no venís a pedirme disculpas no entiendo bien para qué me buscaste…
-¡Pará, loco! Te juro que no hubo mala leche, vi el video que te hizo mi primo y al toque me di cuenta que tenía un viral frente a mis ojos
-Ahora resulta que soy un viral…
-¡Sí! ¡Un viral de Internet! Mirá, yo hace mil años que me dedico a Internet posta, no como los que se dicen expertos y están en la tele leyendo tweets de un LCD usando el hashtag #CómoLlueve. Yo ya sé por dónde viene la mano, ¿entendés? Sé por dónde viene la platita y creo que con todo esto podemos hacer unos pesos.
Si bien el humo que te estaba queriendo vender este pibe sólo era equiparable al de la última temporada de “Lost”, la idea de sacar dinero de este despelote te pareció un giro poético. Así que lo cortás en seco.
-Vamos al punto Alejandro: de cuánta guita hablamos
-¡Epa! ¡Qué rápido se te fue el enojo!
-Si querés sigo enojado y te vuelvo a mandar al demonio, con carta documento por difundir mi imagen sin mi permiso y la plata te la saco a vos…
-¡Pará! ¡Pará! Te cuento: tengo un conocido que hace remeras. Las vende por Internet y en ferias de Palermo, también en algunos locales del interior. Están buenísimas, son remeras con memes. Está la de Ricardo Fort en Miami, la de las máximas de Mascherano, una de un pitufo que canta “Azul” de Cristian Castro…
-Entiendo, muy sofisticado todo…
-¡Bueno, che! No es alta costura pero se venden bien. Además, son baratas pero digamos que no aguantan más de dos lavados así que salen mucho porque hay recambio. Quiero hacer las remeras de Alcachofita, un buen logo, tu cara tipo stencil y listo. Te doy $50 por cada una que se venda. Puede ser el inicio de algo más groso. Te aseguro que de acá al viernes vende 100 y te llevás cinco lucas, ¿qué pensás?
Camino a la radio te preguntás si siempre fuiste tan dócil con las mujeres, ¿será porque sólo tenés hermanas? ¿O porque la línea entre ser caballero y ser un dominado es muy delgada? Tenés sólo el horario del almuerzo libre y Daniela te prometió que, a cambio de que no la despidan, en ese rato te van a entrevistar en uno de los programas de FM más escuchados.
El estudio te sorprende por lo chiquito y por la mala onda que se percibe entre sus integrantes. Pero se enciende la luz roja y estos tres cuarentones se ríen como si estuvieran en el secundario. Estás arrepentido de estar ahí, mucho más después de comprobar que la productora no parece estar a punto de quedarse desempleada. Te pasan los audios del video, los remixes que ya hicieron en la web y te pidan que repitas “Alcachofita” un par de veces. Terminás diciendo “Soy ‘Alcachofita’ y escucho ‘Canes del Asfalto’”, completamente vencido y ya sin dignidad.
El tiempo pasa y vos tenés que regresar a la oficina, amenazás con irte pero te retienen con la promesa de que tienen para vos “una gran sorpresa”. Te imaginás que te van a regalar un microondas pero te equivocás. Es una comunicación telefónica.
-Hola, Alcachofita. Soy Marcelo Nitelli, me reí mucho con tu video y quiero que seas el nuevo participante de Danzando por una ilusión, ¿aceptás?
Quedás helado. Preguntás dos veces si es una joda y todos se te ríen: efectivamente el mismísimo Nitelli que te está invitando al programa más visto de la televisión. “Ni la mujer del vicepresidente se negó a su llamado, ¿te vas a negar vos?”, te dice uno de los panelistas de la radio.
Aún en shock, aceptás al aire sin poder creerlo aún → No estás preparado para tanto, no sos una vedette ni un mediático, rechazás la invitación →-¿En serio me decís que te echan?
-Sí, posta, está muy duro esto.
-Tal como lo miro, si voy de invitado no te estaría haciendo ningún favor, estás trabajando con gente que es demasiado jodida. Ahora que mi cuenta de Twitter es popular voy a aprovechar para denunciar a esos explotadores… ¡Cómo van a jugar así con un laburo! ¡Y en una radio tan exitosa! Los voy a denunciar públicamente, quedate tranquila que no te nombro pero los voy a mandar al frente.
-¡No! ¡No! ¡No hagas eso! En reali…
Cortás con una sonrisa la llamada… ¡mirá si te van a engañar a vos con eso! Siempre te costó decirle que no a una chica pero la mentira del despido era demasiado. ¿Tan mal están los programas que necesitan hablar de virales de Internet? ¿Por qué el noticiero pasa tantos clips de Internet? ¡Insólito! ¡No vas a ser parte de eso!
Seguís trabajando tratando de no desconcentrarte hasta que se calmen las aguas y puedas dejar todo este lío atrás: →-Uh, tiré fruta… ¡perdoná!
-Todo bien, vecino
-Te dejo así resuelvo esto, chau
-Bye
¡Uf! En estos casos la mejor estrategia es huir a tiempo y confiar en que nunca volverá a salir el tema. Ese ‘Bye’ era la clausura definitiva de cualquier chance de vínculo con Sol más allá de verla cuando los dos coincidían al sacar la basura.
Te tirás completamente deprimido en la cama cuando el timbre te saca de tu sopor. Es el médico que mandó la oficina, en lo que te parece ser el récord mundial de atención laboral y una nueva marca en los Juegos Olímpicos de la Mala Suerte. Te pregunta por portero eléctrico si podés bajar y vos te despeinás un poco, te mojás la nuca y te preparás para la que tiene que ser la mejor actuación de tu vida.
-¿Cuáles son los síntomas?, te pregunta una vez que el flaco está en tu casa
-Me sentí con mucho dolor de cabeza, tuve fiebre y vomité toda la cena
-Entiendo. ¿Cómo se midió la fiebre?
-Errrhmm… con termómetro
-¿Mercurio o electrónico?
-Electrónico
-Préstemelo y se la mido ahora, a veces da resultados engañosos.
-Ehrrmm… es que no lo tengo, se me rompió después de usarlo y lo tiré.
-¿Se le rompió el termómetro electrónico?
-Ajá, sí.
-Mire, señor, mi trabajo es determinar si usted está o no efectivamente enfermo. Es mi responsabilidad y algo que me tomo muy en serio. Así que responda: ¿está usted enfermo o no?
-Che cuánto silencio vecino! Seguís ahí???
-No, me tiré por el balcón para no tener que enfrentar que te dije cualquier cosa recién. Aún estoy por el aire, te aviso cuando me estrole contra el suelo.
-Dale, vos chiflá
-…
-JAJAJA
-¡Llegué! Caí bastante bien
-JAJAJAJA me sigo riendo. Ahí subo y te ayudo.
¡Qué fácil fue! ¡Sol está viniendo! Empezás a ordenar un poco tu casa –después de todo, no levantaste ni una media durante el fin de semana- cuando suena el timbre. La recibís, se sorprende por lo luminoso de tu departamento (¿habrá creído que vivías en una cueva?), le contás tu problema y ella te propone hacerse pasar por tu novia y ayudar en el acting.
Escuchás el plan y lo empezás a digerir lentamente: hacerse pasar por tu novia. Novia. Novia, conviviendo en tu casa. Novios, ustedes dos. El plan salió de ella. Ok. Ok.
Saca de un bolsito un papel secante y te pide que te lo pongas adentro de la media, en la planta de los pies, porque eso te va a levantar la temperatura. Eso no estaba en Google. “Trabajo desde los 18, tengo muchos recursos, creéme”, te dice con una sonrisa.
Llega el médico, ella le baja a abrir y, por lo que escuchás desde la cama, le va quemando la cabeza desde el ascensor con tu estado. Se hace la preocupada, le describe los síntomas mientras vos estás acostado con los ojos entrecerrados. Te hace algunas preguntas, te toca la frente y te da 48 horas de reposo, más una dieta con pollo hervido y puré. ¡El plan salió perfecto!
Sol baja a despedir al médico y vos te sentís exultante, ¿cómo agradecerle?
La invitás a desayunar a un lindo bar y después ir al cine → Le ofrecés hacerle unos mates y que se queden charlando en tu casa →No soportás más a nadie en la oficina. Ya es el mediodía y tenés hambre. Dejás la computadora en reposo con contraseña (no sea cosa de recibir más sorpresas en esta jornada), bajás, buscás en el restaurante de la esquina una mesa apartada de la puerta y de las ventanas y le pedís a la moza el menú del día.
Comés mirando la tele, que está puesta en un canal deportivo, bien lejos de los clips virales. Estás concentrado con los goles europeos cuando se te sienta alguien en la mesa.
-Hey, ¿cómo va? Te andaba buscando
-¿Quién sos?
-Alejandro, el primo de Damián, nos vimos en algún cumpleaños
-¡Vos sos el vivo que subió el video a Internet! ¡Te quiero matar! ¿Qué hacés acá?
-¡Ey, ey! Pará! No lo subí yo, fue Damián. Yo sólo le hice RT. Pero no te enojes, ¡te hice famoso!
-No me hiciste famoso, tarado, hiciste que todo el mundo se burlara de mí…
-No te enojes, no te enojes. Escuchame: vengo con algo que te puede cambiar el humor, ¿me dejás que te haga una propuesta?
El plan maestro, entonces, es hacer que este lunes endemoniado se termine lo antes posible. Y que todo este asunto de ser una celebridad virtual también culmine a la brevedad, para seguir con la tranquila vida de anónimo que tantas satisfacciones dio.
Seguís completando una planilla de cálculo que parece haber sido diseñada por Kafka en su lecho de muerte, cuando suena tu interno y la secretaria de tu jefe te anuncia que él te quiere ver. Esforzándote por no caer redondo en el suelo como Carmen Barbieri en ese Vine que viste hace un tiempo, juntás ánimo y te dirigís a su oficina.
Allí te recibe con la mirada puesta fija en el monitor y con el sonido del remix de “Alcachofita” sonando en los parlantes. Ya está: se enteró de todo y te va a echar. Te asaltan cientos de pensamientos a la vez: ¿cuánto te darán de indemnización? Aún le debés 12 lucas que te prestó tu mamá de las vacaciones a Brasil. ¿Por qué no actualizaste LinkedIn antes? ¿Quién va a querer tomar al pibe Alcachofita como empleado? Vas a terminar viviendo en una pensión con los ex gatos de Fort, pero sin los músculos.
Tu cabeza está funcionando a mil así que casi no oís lo que dice tu jefe, sólo asentís. Hasta que te perdés y él te reta.
-¿Pero usted me está escuchando? Esto es extra oficina y necesito que quede así. El trato es con mi hermano pero creo que puede ser beneficioso para los dos
-Disculpe, ¿me lo vuelve a explicar? Me duele la cabeza y no le pude prestar atención
-¡Por favor! Escuche bien. Mi hermano tiene una disquera de música tropical y suele firmar a nuevos artistas para presentaciones y fiestas. Mis hijos me hablaron de su video y quiero ponerlo en contacto con él para que usted grabe la canción de la alcachofa y comience a presentarla en vivo
-¿Usted quiere que grabe la cumbia de “Alcachofita”?
-¡No es cumbia! Es música tropical, ¿acepta? Es buen dinero.
No podés creer lo que te ofrece tu jefe… ¿Cantar en boliches la canción? Nunca escuchaste algo más degradante para un pibe como vos, que siempre odió la atención. Pero es tu jefe y venís de una mala racha con él…
A pesar de todo lo que odiás la idea, aceptás y te juntás con su hermano → Existe algo llamado “dignidad” y es más que el dibujo del papá de Milhouse: te negás a cantar cumbia →¿Cómo alguien va a creer que tu dignidad cuesta cinco lucas? Ni loco querés estar en esas remeras pedorras, por favor. Sin opciones para convencerte, Alejandro se levanta y se va del bar. El teléfono no deja de recibir mensajes de WhatsApp: al parecer ya está online el sitio alcachofita.com y tiene muchas visitas. No te sorprendería pensar que este pibe esté detrás de toda la movida.
Pero pelear e insultar no necesariamente te van a llevar a un mejor lugar. Lo mejor será imitar a Beatrix Kiddo y esperar un tiempo hasta que te vuelvas a cruzar con Alejandro, tu Vernita Green, para poder recordarle todo lo que te hizo y vengarte. Ése es el Plan A. El Plan B es conseguir su teléfono y hacerte pasar por un abogado con una denuncia por uso indebido de nombre. Lo que te parezca mejor en el momento.
Terminás el almuerzo y volvés a la oficina →Respirás hondo y pensás que con esas cinco lucas le podés devolver algo de la guita que te prestó tu vieja para ir a Brasil en el verano y no sentirte tan tarado con toda esta situación.
-Dale, acepto. Cinco lucas para el viernes…
-¡Ésa es la actitud! Cinco lucas si se venden 100, yo no creo que sea un problema…
-Vos conocés el mercado.
Volvés a la oficina con otro aire, casi renovado, sabiendo que finalmente le ganaste al sistema: ¡vas a sacar plata con todo este lío! No te vas a hacer millonario, claro, pero al menos vas a poder decir que “ser un viral” no fue en vano. El grupo de Facebook sigue sumando likes, vos tenés más seguidores que nunca en Twitter y la vida, de a poco, parece que una vez más te sonríe.
En la semana aceptás una nota en una radio grande, en donde te hacen repetir “Alcachofita” como cuatro veces pero te reciben con efectos de aplausos y te ponen risas grabadas; das un reportaje a un portal web que pone fotos tuyas en la playa y te mencionan como un “soltero codiciado” y te enterás que hay personas que usan fotos tuyas en Tinder como si fuesen propias… ¿será que te convertiste en un sex symbol?
Alejandro te pasa fotos de las remeras –que vienen en dos colores, negro y azul- y si bien no es lo más cuidado que viste en tu vida, tampoco te parecen tan vergonzosas. Varias veces Alejandro te pide que subas imágenes y links con los lugares de venta de las remeras en tu cuenta de Twitter y vos accedés gustoso, pensando en la plata que estás sumando.
Llega el viernes y lo llamás para retirar tus cinco mil pesos →Las siguientes horas de tu vida las recordás algo borrosas: volvés a la oficina, en donde la noticia ya había corrido como pólvora, y todos te felicitan y vivan, como si fueras un futbolista que metió el gol que permitió alcanzar el campeonato. Incluso tu jefe sale a recibirte y te abraza emocionado, adivirtiéndote “guarda con las vedettes, eh” y riendo con esa mezcla de tos y espasmos que tiene por risa.
En el medio te llama una productora de Nitelli, que arregla enviarte un auto para que vayas directo a la productora, en donde te cambian la camisa y el blazer por un atuendo verde con una “A” grande en el pecho y un gorrito con forma de alcaucil. Mientras todo pasa te vas cruzando con los famosos del certamen. Todos se ven más flacos pero también más viejos que en la tele. No entendés bien qué vas a hacer esa noche, pero tu teléfono explota de mensajes y menciones y vos sólo atinás a asentir a todo lo que te proponen.
De golpe, estás en medio de un estudio de televisión –cuánta luz y cuánta gente, pensás, pero también qué chico que es todo y qué berreta lucen los decorados cuando los ves de cerca- y suena la música que tantas veces escuchaste desde tu casa.
-Y está con nosotros el chico que es sensación de Internet… ¡Alcachofita!, anuncia Nitelli
De un empujón, salís de la tribuna hacia el centro del estudio. No es momento de ser tímido, así que avanzás convencido. Después de todo, pensás, cualquiera se muere por estar en esa pista, la más vista del país. Pero cuando Nitelli te abraza, ves tu imagen en la pantalla gigante, vestido ridículo y con ese sombrerito verde. Sentís inmensas ganas de que la Tierra te trague pero te mantenés parado y escuchando el sonido del remix de “Alcachofita”. Nitelli te hace un par de chistes, la gente aplaude y en menos de cinco minutos estás de vuelta en la tribuna. Desde ahí ves cómo un ex boxeador se pelea con un jurado y cómo una bailarina llora por los perritos abandonados mientras mira de reojo un monitor y se arregla el pelo.
Continuar →Frente a la mirada atónita de todos los que están sentados en el estudio de radio, le explicás a Nitelli que no querés ir al programa, que no te sentirías cómodo. Y cometés el peor pecado: le confesás que no lo ves, que preferís ponerte una serie en la tablet.
-Bueno, no sabía que estaba hablando con Borges… cómo son los intelectuales, ¿eh? Gracias por el llamado, saludos a Alcachofita y que no nunca te falle la banda ancha, maestro.
El tono de Nitelli fue amargo y cortante. En la mesa todos se miran preocupados y mandan una tanda. El conductor te encara de una.
-¿Vos entendés que le dijiste que no al tipo más importante de la televisión argentina y que nos hiciste quedar mal a nosotros? Cualquier programa muere por esta nota y vos la arruinaste…
Pedís perdón, explicás que tenés que volver a laburar y saludás, pero nadie te responde. Encarás para tu laburo.
Continuar →-Perdoná, viejo, tenés razón. Quiero faltar al laburo porque estoy metido en un mega problema y no quiero ver a nadie…
-Pero usted es un adulto y me está comprometiendo en mi trabajo a mí, señor.
Asentís avergonzado y le pedís dos minutos para cambiarte y que salgan los dos, vos tarde a la oficina y él para seguir salvando vidas o lo que sea que haga este tipo que te hizo sentir como la peor persona del mundo.
En silencio bajan los dos por el ascensor cuando ves que él está escribiendo por WhatsApp. No te aguantás y espiás lo que escribe en el reflejo del espejo. Lo leés clarito: dice “Estoy con ALCACHOFITA”.
Lo despedís en la puerta y te subís al taxi, estás llegando tarde y, sin excusa, a la oficina →-¡Pero claro que estoy enfermo! ¿Por qué dudás? ¿No me ves muy grandulón como para mentir así?
-Entiendo, bueno, vuelva a describirme los síntomas
Con una ofuscación fingida, seguís con la actuación hasta que convencés al médico de que estás enfermo. O al menos hasta que lo hartás y lográs que te dé un certificado con 48 horas de reposo y una dieta liviana. Respirás aliviado cuando lo despedís en la puerta y ves que se marcha lejos. Subís y el teléfono no dejó de sonar ni un minuto. Lo mirás y, entre menciones de Twitter y burlas de tus amigos, está de nuevo Sol.
-Y?????? Cómo te fue?
-Bien! El médico se lo creyó
-: - )
-Che, perdoná la confusión de más temprano
-Todo bien!!!! Me hizo reír porque de chica siempre dije que quería ser veterinaria o médica pero nadie me creía. Al final el único que me tenías confianza era vos, vecino!
¡Upa! Los astros se habían vuelto a alinear y habías logrado recuperar el terreno perdido con Sol. Ahora que tenías por delante 48 horas de reposo, era tu momento de avanzar:
Te animás y la invitás a desayunar a un lindo bar y después ir a ver alguna película en la primera función del cine → Seguís chateando y le ofrecés hacerle unos mates directamente en tu casa →Aunque debería quedarse en su casa haciendo homeoffice, Sol acepta feliz un rico “brunch” con vos, la manera en que ella le dice al desayuno. Googleás rápido dónde se vende el brunch más rico de la ciudad y por suerte en El Meme hay un lindo post con varias opciones. Elegís uno y sacás chapa de experto.
Y si bien Sol lleva su compu “para trabajar un rato”, casi no la toca en todo el desayuno, mientras hablan de otros vecinos, las aventuras del portero con el perro del pelado del quinto piso y los gritos de la pareja de planta baja, que se escuchan por todos lados. Tras la tercera taza de café y haber recorrido un temario propio de un consorcio, le preguntás si quiere ir al cine y caminan juntos hasta un complejo que tiene todos los estrenos pero nada que les interesa. Entonces ella te sorprende con una propuesta.
-¿Y una serie? ¿No ves series? Me gustan más que las pelis y lo podemos hacer tirados en un sillón, más tranquilos.
Recordás que tenés bajada una serie que no pudiste ver con todo el asunto de “Alcachofita”. Aceptás gustoso, pero antes pasás por el supermercado chino de la esquina, comprás maíz pisingallo para hacer pochoclo casero, una gaseosa de pomelo y una botella de Cynar, porque bajaste la temporada completa y lleva muchas horas. Tu semana, después de todo, parece que va a arrancar mucho mejor de lo que esperabas.
Ya fue todo: le ofrecés a Sol que haga home office en tu casa tomando unos mates. Te sorprende porque acepta al toque. Buscás una linda playlist en streaming para impresionarla y le hacés la pregunta del millón: ¿mate dulce o mate amargo? Te rompe el corazón escuchar que le pone edulcorante pero son tantas las ganas de que se quede con vos que le decís que vos también lo tomás así, mientras revolvés con disimulo el cajón de los cubiertos buscando algún sobrecito que te haya venido de un delivery o de alguna cafetería.
Sentados los dos en la mesa de tu departamento, pensás en todo lo que sucedió en pocas horas: el escándalo de “Alcachofita”, las 48 horas “de reposo” laboral y tenerla a Sol ahí, sentada mirando seria la pantalla de su computadora . Después de todo quizá volverse un viral no es tan malo. Apagás el teléfono, hacés como que mirás tu compu y empezás a pensar cómo tiene que ser tu estrategia para conquistarla…
Es posible que se trate de la peor idea que hayas escuchado en tu vida, pero es el hermano de tu jefe y vos entre los líos de la semana pasada y el escándalo de ésta, no tenés margen para negarte. Aceptás y a los diez minutos ya estás hablando con él. Mientras lo escuchás pensás cómo es posible que dos personas tan diferentes hayan salido del mismo útero, ¿o serán medio hermanos? Tu jefe, tan formal y serio, y este tipo que parece la definición encarnada de un chanta porteño.
Salís antes de la oficina para encontrarte con él en un estudio de grabación, en donde el tema ya está casi terminado –gracias a ProTools y una base pegadiza que creés haber oído en algún lado- pero en el que falta que vos “cantes”. Lo que te piden, después de todo, es que repitas “Alcachofita” un par de veces más algunas frases sueltas. El resto es pasarlo por un soft que te hace sonar como Cher y que da como resultado una cumbia digna del programa de Anabela Ascar.
El clima es bueno hasta que preguntás si tenés que firmar algo. “¡Ya querés la plata, eh!”, te acusa el productor. Vos te reís pero la sonrisa se va cuando te dicen que acá no hay contratos, que todo depende de las presentaciones en vivo, que él te iba gestionar todo pero que ni se te ocurra irte con otro, que le consultes a él antes de ir a un programa de tele y mil cosas más que preferís no recordar.
Pasan los días y él no te vuelve a contactar. Después de algunas notas en portales y radios online la fiebre de Alcachofita se calmó y nunca supiste más de él. El viernes por la tarde te cruzás a tu jefe en un pasillo y te dice: “Ni me preguntes por mi hermano, que me quiere matar, ¿cómo es que ya nadie se acuerda de vos?”. Te encogés de hombros y bajás por el ascensor, feliz de que esa canción nunca vea la luz.
Caminás hasta el bar donde hace tan solo unos días comenzó todo y te pedís otra vez ese trago con Cynar. Ser un meme de Internet, después de todo, no es tan malo. Sólo hay que aguantar hasta que la moda pase…
Aún sin estar completamente convencido de si lo que te está proponiendo es real o una joda, con mucha serenidad explicás que no vas a cantar “música tropical” y que todo el asunto de “Alcachofita” es una broma de mal gusto que se fue de las manos y que no tiene que ver con vos.
Luego de un minuto de un silencio tenso en el que tu jefe te mira a los ojos y vos resistís las ganas de arrepentirte con tal de que no te eche, te pide que te retires de su oficina.
Inseguro sobre tu futuro laboral pero con la dignidad intacta, vas a tu escritorio →-¡Buenas Ale! ¿Cómo va campeón? Te estuve llamando pero no atendías y no sale la fecha de tu última conexión en WhatsApp.
-Ey, capo, perdoná, estuve a full
-¿Cómo vienen las remeras? ¿La rompimos? ¿Alcachofita marcó récords?
-Ehhh… no, mirá, loco, la verdad que no. Hicimos 500 remeras y no llegamos a vender 25
-…
-Perdoná, la verdad es que no prendió entre la gente. No lo tomes como algo personal pero creo que no eras tan viral, casi nadie preguntó por vos y los que vendían las remeras no te conocían.
-¡Pero vos me prometiste cinco lucas!
-Cinco mil pesos si vendíamos cien remeras, con estas 25 no cubro los gastos. De hecho, creo que lo más justo es que vos me des algo de plata porque fuimos socios en esta
-¡¿Qué?!
-Nunca me pasó algo así, incluso vendiste menos que las remeras de Sabella cayéndose en el Mundial
Qué ingrata es la vida de un meme… hace cuatro días todos en la web hablaban de vos y hoy no encontrás ni 30 personas que quieran comprar una remera. Le decís a Alejandro que la señal de 3G no funciona, cortás y lo bloqueás en todos lados. Desintalás Twitter del celular, sacás las notificaciones de la fanpage de Alcachofita y caminás hasta el bar en donde empezó todo hace exactamente una semana. Te sentás en la barra, en ese mismo lugar, y te pedís un trago con Cynar.
Algunos momentos son cósmicos y no se vuelven a repetir, pero sentado ahí te das cuenta que todo fue una aventura divertida. Y que ese trago es tan rico que te hace olvidar todo lo malo que pasó…
Termina el programa, caen papelitos y el voto del último jurado queda para mañana. Se apagan las luces y el estudio, que hace minutos era un hervidero de energía, queda despoblado y frío.
Vos no sabés cómo volver al camarín donde quedó tu ropa y nadie puede ayudarte. Te cruzás a la productora que te llamó y cuando te ve se acuerda de que no te pidió un remís para que te lleve a tu casa. “Qué lástima que no funcionaste en rating, se ve que la gente ni te ubica”, te dice con una honestidad tan pura que te hiere más que si hubiese sido planeada. De todos modos le agradecés, te cambiás en un pasillo y te vas a la calle, en donde empezás a buscar una parada de colectivo para irte a tu casa.
Ves un bar abierto y entrás. Cuando te sentás en la barra descubrís que sin querer en el bolsillo del saco quedó el gorro de alcaucil que te hicieron para el programa. Te lo ponés, te pedís un trago con Cynar y te empezás a reír solo. Quizá la aventura de ser Alcachofita no estuvo tan mal después de todo…
Ya son las seis y te podés ir de la oficina. Si bien siguen cayendo notificaciones en tu teléfono y mails con propuestas insólitas, vos ya te convenciste que no vas a aceptar ninguna oferta extraña. Vas a esperar a que las aguas se calmen y aparezca un nuevo viral que haga olvidar a la gente de Alcachofita.
Cuando vas bajando por el ascensor te das cuenta de que te queda 3 por ciento de batería y que no llegás a enchufarlo. Vas caminando cabizbajo por la calle, sin música, y te cruzás a Damián. Te mira, se acerca y te da un abrazo.
- Perdoná, loco, nunca me imaginé que al subir el video a la web iban a pasar tantas cosas.
Le decís que no importa pero que te debe un trago. Él te invita a tomártelo ahí, en el bar en donde todo empezó. Se sientan en la barra y se piden, por supuesto, algo con Cynar.
-¿Por qué hay gente que cree que el reconocimiento es lo más importante? ¿Por qué no pueden creer que uno no tiene ganas de tener miles de followers en Twitter o cientos de likes en Facebook? Yo no quiero ser conocido pero si alguna vez me convierto en una celebridad no quiero que sea por un video viral, sino por algo que realmente valga la pena.
-¡BUENA FAVAROLO! ¿Qué querés inventar? ¿La cura mágica de todas las enfermedades? ¡Es Internet!
Los dos explotan en una carcajada…. después de todo, disfrutaste de los 15 minutos de fama que prometió Andy Warhol.